jueves, mayo 11, 2006

K.A.O.S.

K.A.O.S. Así se llamaba la organización contra la que luchaba el idiota de Maxwell Smart, el Super Agente 86, quien, por su parte, trabajaba para C.O.N.T.R.O.L. organismo dedicado a “preservar la tranquilidad del mundo”.
A través de ambas siglas, que para sus creadores supuestamente no significaban “nada”, esa enferma serie le inyectaba a toda aquella generación que creció riéndose del espía del zapatófono y excitándose con su exquisita compañera 99, un mensaje más fuerte que el de Matrix o el código Da Vinci: el miedo al desorden, la anarquía, el descontrol y el caos, hace temblar a los poderosos. De ahí la obsesión de las grandes potencias, de querer que todos piensen, compren y recen lo mismo que ellos. Y como son quienes mandan, sus trancas terminan siendo las de todo el resto.
De este modo, terminamos viviendo en un mundo, donde tal como los miembros del G-8, cada individuo termina obsesionado a tal punto con el control, que vivimos preocupados de cuanto tomamos, cuanto comemos, cuanto fumamos, si hacemos o no deporte, cuán largo tenemos el pelo, las uñas y cuantas veces vamos al baño.
Dentro de este panorama, Renato Contador es una excepción. Él, era el Administrador del “Café de Las Artes” ubicado en el centro de Santiago. El domingo pasado llegó a la pega, echó a los tres trabajadores que ya estaban ahí y luego de cerrar con candado y amontonar todas las sillas y mesas del local, comenzó a amenazar con su suicidio usando dos cuchillos dignos de película gore.
No quería robar.
No quería soluciones.
Ni siquiera sabía qué quería.
Perdió el control, y el caos se apodero de él.
De seguro, le pasó lo mismo que al personaje de Michael Douglas en “Un día de Furia”, (“Falling Down” en inglés) de Joel Schumacher. En ella, el protagonista va, tal como su nombre original lo indica, cayendo por un precipicio interminable, producto de una serie de experiencias desagradables.
¿Es posible que pase algo así?
Claro que sí. Eso no solo lo respalda el show de Contador, sino que la apasionante teoría del caos. En ella, se establece que el control del hombre sobre las cosas, internas o externas, no es total, sino que APARENTE, por eso el cuento se nos va de las manos muchas veces.
Como cada una de las gotas de un río que se mueven en forma aleatoria para donde quieren, pero da la casualidad que juntas forman un ordenado y delimitado río, cada cosa que nos pasa en la vida, o en la cabeza, se manda sola, y contribuye a lo que somos, hacemos y pensamos. El problema es que ese resultado puede ser algo completamente no deseado. Y los ríos y la gente, tal como le pasó a Contador, a veces se desbordan.
Cada vez que tomamos o no una decisión ó decimos o no una palabra, estamos cooperando con una gota de agua, que ojalá se lleve bien con el resto.Porque definitivamente es todo una apuesta.
Nuestra vida se trata de eso. Con el caos rondando todo el día entre nosotros, vivimos en un armonioso desorden que, de cueva, funciona bien.
Y eso da susto
No se si es por que en plena época de Guerra Fría, C.O.N.T.R.O.L se ocupó de lavarme el cerebro, pero por lo menos a mí, me da susto.
Años de estudio, horas extra en la pega, o preparaciones para una entrevista de trabajo pueden irse por el caño si la omnipresente K.A.O.S. mete sus garras.
Sobre todo si ya no están ni 86, ni 99 para ayudarnos.