martes, abril 22, 2008

PECADOS CAPITALES CAPITULO IV: LUJURIA

Porque cuando ha pasado un tiempo de abstinencia se disfruta más y porque siempre ha sido peligroso caer en el Scriptum Interruptus, vuelvo tarde, cargado al látex y vestido de colegiala, entregándome a los laberintos del placer. Como siempre, sin dejar de lado la pernería que me caracteriza, repaso el pecado favorito de varios de los lectores de este blog, que ya se deben estar sonrojando. Lujuria, pasión y promesas de sexo, para usted que tiene cara de cliente fácil. Como siempre, comente, no me venga con lógicas beatas a estas alturas del partido.


Que me perdone la comunidad geek, pero el verdadero Señor de los Anillos no tienen nada que ver con Tolkien, Frodo, ni la Tierra Media, no señor. Ya que a menos que se trate de cierta sesión fetichista en la pieza medieval de un motel, hoy por hoy, el verdadero Anillo que Gobierna a Todos es el Play Vibrations, una de las últimas joyitas de Durex, empresa líder en la industria de preservativos.
Para los Opus, los trabajólicos y los derechamente fomeques que nunca habían oído de él, el Play Vibrations (o Play a secas para los amigos), es un anillo vibrador de silicona que se coloca en la base del pene y que tiene una batería con una autonomía de 20 minutos, que se puede utilizar en una o más relaciones sexuales, pero cuya vida “acaba” una vez cumplido el tiempo en cuestión. Lanzado el 2006, el Play vendió 150.000 unidades en los primeros cuatro meses de presencia en el mercado Europeo, sin campaña mediática masiva alguna. En nuestro terruño, donde hace rato es tema obligado en carretes y tertulias, se puede encontrar solo en las farmacias SalcoBrand, por alrededor de tres lucrecias (por lo que me han contado).
No es de extrañar el éxito de un gadget de este tipo. Con el paso del tiempo, todos nos vamos dando cuenta del real poder de la lujuria. Bien lo explica Jorge Drexler en “El Otro Engranaje”, quinto track del disco “12 segundos de Oscuridad” (2006), canción en la que el uruguayo lanza su teoría acerca de lo que realmente mueve al mundo. Desde su punto de vista, la maquinaria de nuestro planeta es movida por las pasiones, la libido, el deseo y las infidelidades. Como él dice textualmente, la “avidez de nuevas pieles”, es el otro engranaje que impulsa a la aceitada relojería de la humanidad. Más que la plata, más que cualquier vicio, la calentura mueve montañas.
Personalmente se que me eché ramos en la U de puro horny.
Dejé botados a amigos. Y puta que me han dejaron botado amigos por ello.
Le he mentido a mis padres.
Y mejor no seguir.
Aún recuerdo como si fuera hoy a la primera chica a la que hallé derechamente rica. Corrían los ochenta y Don Francisco tenía en "Sábados Gigantes", cuando aún conservaba las eses, una modelo gringa con un acento que me derretía. Yo era muy niño y la Srta. Bárbara, una rubia que pasó sin pena ni gloria por el programa (lo se a ciencia cierta, pues recorrí la red hasta el cansancio buscando info de ella para escribir esto, sin éxito), me volvía loco. En esa idiota lógica que solo los niños tienen, fantaseaba quizás qué cosa con esa mujer que por edad, podría haber sido mi madre. Estoy seguro que no estaba enamorado, sino que la hallaba rica. Y me retuerzo de rabia al pensar que de seguro, el morboso y mórbido de Don Francis se la comió, en sus estudios MGM (Maldito Gordo Millonario).
Como muchas otras, mi fantasía blonda que no sabía pronunciar las erres, estaba condenada al fracaso. Y es que, aunque supongamos que en el sexo, como en casi todo lo que es divertido, no debiese haber límites o reglas, para que vamos a caer en falsos liberalismos. Hay gustos sexuales que por cantidad o calidad, no son socialmente aceptados. Para todos esos casos, existe el sitio http://www.sa.org/, que es la web oficial de "Sexaholics Anonymous". Sip estimado lector. Aunque usted no lo crea, la adicción al sexo, esa enfermedad que tiene como principal embajador al calentón de Michael Douglas, cuenta con grupos de apoyo, tratamientos de doce pasos y filiales en casi todos los países del mundo, donde según las estadísticas del "American Journal of Psychiatry", el 6% de los habitantes presenta un comportamiento sexual compulsivo. Le acorto el trámite: somos algo así como 6500 millones de habitantes en el mundo, por lo que de acuerdo a la publicación, pulularían por ahí, sentados al lado suyo en la micro, atendiéndolo en el almacén, la consulta o en el confesionario, alrededor de 390 millones de pasteles para los que el sexo dejó de ser algo rico y satisfactorio, y se transformó en una dependencia que los lleva a vivir una doble vida cargada de vergüenza, arrepentimiento y ETS’s.
Enfermos condenables, solo para los hipócritas con que compartimos un planeta donde el mercado de la pornografía (al que he entrego mi aporte voluntario regularmente) vende 60.000 millones de dólares al año, cifra cercana al PIB de países latinoamericanos como Guatemala (56.000 millones) y Costa Rica (52.000 millones) y que supera con creces al mismo dato para el caso de nuestros hermanos de Paraguay (31.000 millones) y Panamá (28.000 millones).
En el natal Uruguay de nuestro amigo Drexler, por su parte, la cifra llega a los 38.000 millones. Es decir, todos los recursos invertidos en darle cuerda a la maquinaria de la productividad de una nación, obtienen resultados la mitad de exitosos, que los del negocio de las tetas de silicona y los diálogos que a nadie le interesan. Como para proponer, mejor hablar de “el único” engranaje. Para variar, se nos pasó la mano.