sábado, agosto 23, 2008

PECADOS CAPITALES CAPÍTULO VI: PEREZA

“No hacer nada es la primera y la más fuerte pasión del hombre después de la de conservarse. Si se observara con detenimiento, se vería que, aún entre nosotros, se trabaja para poder descansar; es también la pereza lo que nos hace laboriosos”.
Jean - Jacques Rousseau
El trabajo dignifica. Je.
Lo hemos escuchado miles de veces, sin darnos cuenta de que esta frase es el mejor ejemplo de que somos victimas de una sociedad que ha endiosado a la pega, poniéndola en un altar.
Dignifica. ¿Qué más?, ¿Multiplica los panes y los peces?. Por favor.
La evolución natural de la sociedad de consumo, hizo que nuestra generación naciera en un mundo donde la pega es un culto, y los jefes, dioses misericordiosos que dejan caer sus bendiciones de papel moneda en nuestros bolsillos.
Hay que agradecer por tener pega. Es un premio. Da tu salud por pega. Pierde a tu señora por pega. Mide al resto por la importancia de sus pegas.
Sobrevaloramos tanto al trabajo, que si de dos derrochadores de dinero, uno lo hace dando una fiesta a sus amigotes y el otro, dilapida su fortuna en una empresa sin futuro que termina quebrando, evaluamos al primero como un idiota y al segundo, como una víctima de su emprendimiento que merece nuestra compasión, como si objetivamente ambos no fueran nada más que unos irresponsables.
Detengámonos un poco. Miremos más de cerca: Si el trabajo fuera tan gratificante y enriquecedor como nos han querido convencer, ¿los millonarios tendrían nana?.
Que quede claro: entiendo que si nos quedamos todos echados esto no iría para ningún lado, pero no estaría nada de mal asumir las cosas con un poco de calma. Y alegría.
Nos vendría muy bien a todos un poco de pereza. Para tener un país que disfrute de las cosas simples, y de paso, pisotee el engreimiento. Un país que se olvide de las preocupaciones que se acumulan en las venas hasta detener el corazón.
Un país de flojos.
Tan flojos, que todos alcancen a ir a almorzar en la casa.
Tan flojos que podríamos tener varios días de carnaval que detengan al país completo.
Tan flojos, que las calles estén llenas de bicis y no de autos, por que los flojos no tienen plata para comprarlos.
Tan flojos, que no llegaríamos a liderar ningún ranking y las empresas extranjeras que se roban descaradamente nuestros recursos y crecen hasta transformarse en monstruos a nivel global que amenazan la libre competencia, no se interesarían en invertir acá.
Tan flojos, que nadie se mataría por manejar mientras contesta en su celular una llamada de la pega. Cómo. Si los flojos solo hacen una cosa a la vez.
Flojos.
Discretitos.
Y harto más felices.
Mi voto, como buen pecador, va definitivo por la pereza. Por relajarse y hacer nada sin sentir culpa.
¿Alguien se interesa en venirme a acompañar?