miércoles, febrero 14, 2007

YO NO ME HE ROBA'O NINGUN CHANCHU*



En “El Socio” (1929), Jenaro Prieto nos cuenta la historia de Julián Pardo, un personaje de clase media que al verse agobiado por las deudas, decide inventarse un partner de negocios: Mr. Walter Davis. La idea es que este flemático e inexistente inglés, le abra las puertas a un par de negocios que por si solo nunca podría cerrar, para así salir de su incómoda situación financiera. Lamentablemente, su genial idea llega a un punto en que Pardo decide asesinar a Davis, pues su (in)existencia lo sobrepasa, agobia y se hace imposible de mantener.
Más allá del final (ojo que la historia no termina allí), lo de Davis era una mentira de lujo. De las buenas, poderosas y perdurables. En efecto, muchos creen real la historia de Prieto, situándola en el rancio mundillo de los negocios de la Bolsa de Comercio de Santiago, donde, (espero esto sea verdad) el autor era empleado a tiempo completo.
Personalmente nunca me ha ido bien con las mentiras, excepto en contadas excepciones como en aquellas en que las he utilizado para justificar un atraso en la pega o la demora en entregar un trabajo en la Universidad. Más allá de eso, nada. Al punto de que tengo dos hechos profundamente dolorosos que relatar respecto al tema:
La Mentira Obligada Del Gato: El primero de ellos surge cuando en plenas vacaciones de verano, se me da la providencial tarea de cuidar la casa de un tío en una playera localidad de cuyo nombre no quiero acordarme. Esta familia, días antes había quedado a cargo de cuidar al pequeño gato de una vecina. El problema fue que con el paso del tiempo, durante la ausencia de la vecina, el cariño de mis tíos para con el tierno felino llegó al punto de que se me dio la siguiente orden: “Si viene la vecina a buscar el gato, hazte el leso, dile que no tienes idea”. Fue así como entre dionisiacas jornadas estivales, llegó el día que la mentada señora asomó su figura por la casa a mi cargo:
Vecina:
Buenas tardes joven, soy la vecina del frente, está la señora?.
Yo:
Noooooo. Está de vacaciones. Mis tíos me dejaron cuidando la casa, ¿necesita algo?.
Vecina:
Sabe que antes de irme de viaje, le dejé un gatito a cargo a su tía ....¿no andará por acá?.
Yo:
¿Uno negro grande?.
Vecina:
No, uno pequeñito, café con blanco.
Yo:
Mhhh. No, para nada. Cualquier cosa le aviso.
Resumen: Crimen perfecto. Deberían darme un Oscar. Incluso me di el lujo de lucirme con aquello de otro gato inexistente. Mi propio Mr. Davis.
Todo funcionó durante un tiempo, hasta que obviamente la mentira cayó por su propio peso. El barullo constante de la casa llamaba profundamente la atención de las señoras del barrio, que seguían fielmente los movimientos que allí ocurrían. Y una de ellas, en un descuido fatal de mi parte, logró visualizar al gato de mierda colándose por una cortina entreabierta. Lo demás es historia. Aún me da vergüenza recordarlo.
La Hípica Mentira que No Fue: Este episodio corresponde a una mentira que nunca existió. El destino me había llevado por un fin de semana a la tranquila localidad de San Pedro de Atacama, donde tras varios días de juerga y relajo llegaba el día de volver a casa. Sin embargo, esto se hacía imposible para mi grupo de compañeros y yo, pues uno de ellos, en un funesto pajaroneo, había dejado huir de sus caballerizas a los dos equinos de propiedad del dueño de la casa donde nos hospedábamos. Esto, me llevó a efectuar la siguiente llamada:
Yo:
Aló Jefe, como está, buenas tardes.
Jefe:
Buenas tardes. Dígame, como están sus días de descanso.
Yo:
Mire más o menos no más...No me va a creer.
Jefe:
¿Le pasó algo?. ¿Algún problema con el auto?. ¿Está Bien?.
Yo:
Si Jefe, nada grave. Resulta que no voy a poder llegar mañana a la pega.
Jefe:
¿Y cómo algo que no es grave, le impide venir a trabajar?.
Yo:
Mire, la verdad es un tanto tragicómico. No me va a creer, pero es la pura verdad. No puedo regresar hasta que encuentre dos caballos que están perdidos.
Jefe:
¿Perdón?.
Yo:
Exacto, eso es lo que necesito, su perdón y misericordia. Mire Jefe. Necesito que me de un día más para solucionar este asunto de los caballos.
Veredicto de los compañeros de trabajo: La llamada fue coronada como la mentira del año en la fiesta de la oficina, haciéndome merecedor del apelativo de “Canitrot”, el cual ostenté hasta mi último día de labores en esa empresa. Está de más decir que cualquier mención a un caballo, llevaba a mis compañeros de trabajo a recordar aquella historia y me obligaba a repetir en detalle la llamada a mi superior.
Como ven, la mentira y yo, ni de lejos.
Mi homenaje a los mentirosos de colección. Aquellos a los que no se les arruga nada al momento de crear historias difíciles de comprobar, y que quedan en nuestro imaginario como eternas dudas razonables.
Y un abrazo grande a doña mentira, por tenerme fuera de sus hijos predilectos, y así no permitirme caer en la tentación.
*Segismundo Vega.