jueves, septiembre 07, 2006

LOS NERDS NO SABEMOS PELEAR

Bully (algo así como “matón” en español), es la última joya para PS2 de la compañía de videojuegos Rockstar, la misma detrás de la políticamente incorrecta saga GTA. En el juego, tu eres un nerd que se debe enfrentar a punta de artículos deportivos, sillas, extintores, y todo lo que se pueda encontrar en un colegio, a las ironías de los winners deportistas y a los inspectores ladilla que no te dejan en paz. Sencillamente notable.
Bowling for Columbine en 128 bits.
The Basketball Diaries con DiCaprio controlado por tu joystick.
En resumen, y tan en serio como en broma, una verdadera fantasía hecha realidad para muchos de los lectores de esta web.
En el kinder yo tuve mi propio bully. El tipo era rubio y gordo y arreglaba todo con los puños. Y fueron varios yogurts batido de damasco los que tuve que pagar de peaje para salir sano y salvo. La experiencia era dolorosa, no solo porque aún me acuerdo bien de la sensación de cabeza con sangre fluyendo a mil, por culpa de los sopapos del tipo, sino porque además, yo adoraba el yogurt batido de damasco. En especial pasarle el dedo al pote cuando ya la cuchara se convertía en un artefacto inservible.
No lo puedo negar. Siempre fui muy perno.
Nunca tomé ritalin. Me gustaba mucho leer y tuve una colección de estampillas.
Jugué y cuidaba como hueso santo en su caja de plumavit, mi microscopio.
Y lentes a partir de los 13, frenillos durante años, descoordinación incomparable en los deportes, espinillas durante gran parte de la adolescencia y una desarrollada atracción por pasar desapercibido, no son características que te hagan muy popular.
Ya más grande, sin tanto accesorio metálico en mi rostro, la cosa tampoco tendió a cambiar. La relación colegio de hombres - colegio de chicas nunca funcionó mucho para mi. Y es que las rubias de apellido extranjero, en especial cuando son teenagers, no se fijan en los tipos que no se visten a la moda y se saben de memoria los parlamentos de sus películas favoritas.
Aún soy muy perno. Profundamente nerd. Y debo aceptarlo.
Mi afición enciclopédica por los datos inútiles lo respalda. Y las veces que reviso mis páginas favoritas de redacción, ortografía y gramática para escribir este blog lo corroboran aún más. Eso sí, no me puedo quejar. Es bastante agradable serlo. Los amigos te hacen consultas y te desafían con libros y discos que aún no conoces. Y con el tiempo, aparecen chicas que se interesan en las estupideces que hablas (la universidad es la venganza de los nerds, dicen).
Iván Valenzuela, Sergio Lagos, Alberto Fuguet, Patricio Jara, Jorge Olguín, Nicolás Lopez, todos los muchachos de Sinergia y cuantos otros, son los ejemplos vivientes de tipos que fueron, son y serán nerds. Geeks. Beautiful Losers, que viven gracias a ser los favoritos de los winners. Misfits que hoy por hoy, tienen su venganza, igual que en el juego de Rockstar, pero de manera silenciosa, sin violencia, y por lo tanto, mucho más efectiva. Por que en el mundo real, fuera de las consolas, los nerds no sabemos pelear.
Siempre pensé que todo aquello era muy de película adolescente gringa. Muy de fraternidad con letras griegas por nombre. Que aquello de “I’m a Creep, I’m a weirdo, what the hell i’m doing here”, era muy de domingo en la tarde. En fin, que yo me sentía un bicho raro, pero más por mi tendencia maniaco depresiva que por causas reales. Hasta que escuché la frase de una muy top compañera de universidad (hoy casada felizmente con un winner): “Conocí a tu papá y a tu hermana -me dijo- ¿de donde saliste tu tan raro?”.
Qué puedo hacer. Ya lo dije varias veces. Soy un maldito perno.